¿Te has preguntado alguna vez por qué te abandona el desodorante? Algunos días, habiéndose duchado como de costumbre, no conseguimos oler a fresco y al cabo de poco rato empezamos a oler mal. Puede haber otras explicaciones, pero a menudo el problema no lo ocasiona la falta de higiene, sino que es un subproducto de nuestra alimentación.
Estamos acostumbrados a que nos huela el aliento a ajo y cebolla, sobre todo si los hemos comido crudos, y sabemos que algunos alimentos nos provocan, digamos, digestiones más comprometidas y gaseosas, pero no es de esos olores de los que hablamos. La realidad es que existen algunas comidas que, en su metabolismo, producen compuestos sulfurosos que consiguen que emitamos mal olor, y la culpa no es del desodorante.
Alcohol
El alcohol que consumimos (¡chupito!) pasa al torrente sanguíneo y de ahí se elimina por medio del hígado, que lo descompone, pero entretanto el alcohol ya ha llegado a las glándulas sudoríparas, de modo que exhalamos olor a alcohol por cada poro de nuestro cuerpo. Hay que beber con moderación e ir diluyendo el alcohol a base de beber agua.
